COMIENDO SOPA

Haciendo sopa (rosa)

No hay un solo país, tribu, grupo o clan que no coma sopa. Puede ser de verduras, de hojas, de raíces, de carne o de pescado. En su dieta siempre hay algún tipo de sopa. Eso de poner a calentar agua y echar cosas dentro para darle sabor y luego sorber el caldito debe de estar marcado en el genoma humano, ya que lo hace tanto el lapón como el zulú y no parece posible que, dadas las circunstancias se intercambiaran recetas. El caso es que el hombre, desde que es hombre, ha comido sopa.
La sopa es agradable, digestiva y todo lo variada que se quiera. Además tiene la ventaja de satisfacer el apetito, por lo que, en tiempos de escasez ha sido un recurso muy utilizado para ir saliendo adelante y salvar la situación.

Las sopas pueden ser calentitas, muy apetecibles cuado hace frío. Sopas frías, que entran de maravilla en los días de calor durante el verano. Se pueden hacer infinidad de sopas. El único límite es el buen gusto y la  imaginación. Pero también hay sopas tradicionales que desafían el paso del tiempo gracias a esa idea feliz que en su día tuvo un cocinero.
En este apartado expongo un poco de todo. Aunque siempre se puede ampliar.

SOPA DE AJO

Ingredientes para cuatro personas:
 
Doscientos gramos de pan duro.
Dos dientes de ajo.
Un pimiento choricero.
Cuatro huevos.
Aceite de oliva y sal.

Preparación:
Se corta el pan en rebanadas muy finas y luego estas en trozos mas pequeños de entre tres o cuatro centímetros de largo aproximadamente. Se pelan los ajos y se golpean. Al pimiento choricero se le quitan el rabo y las semillas, se abre a lo largo utilizando unas tijeras y se lava bien.
En una cazuela se echan cuatro cucharadas de aceite, y se pone a calentar. Se añaden primero los ajos y cuando estén ligeramente dorados se incorpora el pan. Se sofríe un poquito, apenas unos segundos y se añade el pimiento choricero y un litro de agua. Después de dejar que todo hierva durante quince minutos, se saca el pimiento, Se separa la piel de la carne y esta última se vuelve a añadir a la cazuela. Este es el momento de añadir la sal siempre con moderación ya que el pan está suficientemente sazonado.
Durante el proceso de hervido, se cascan los huevos con cuidado de separar las claras de las yemas sin que estas últimas se rompan. Las claras se van vertiendo en la sopa y cuando hayan cuajado se ponen encima las yemas con ayuda de una cuchara. Se mantiene la sopa al fuego durante un minuto más y se sirven los platos con una yema cada uno.

Comentarios
El primer alimento que recuerdo en mi vida es el de las sopas de ajo. La guerra en España acababa de terminar y los productos de primera necesidad escaseaban. Las sopas de ajo son el típico plato fruto de la necesidad. Todo se aprovecha y nada se tira. Una vez más, el esmero de la madre era el ingrediente principal. Pero esa sopa a pesar de su sencillez, o tal vez por eso mismo, que rica estaba. ¡Que cena más buena!
  
 
  Sopa de ajo

Pequeño consejo: 

El huevo en las sopas de ajo se puede añadir entero y luego revolver hasta conseguir su total integración. La propuesta de esta receta con la yema entera es, sobre todo, para mejorar la presentación.


PORRUSALDA

Ingredientes para cuatro personas:
 
Medio kilo de patatas.
Cuatro puerros pequeños o dos grandes.
Cuatro zanahorias medianas.
Cuatro cucharadas de aceite de oliva y sal.

Preparación:
Se pelan las patatas, las zanahorias y los puerros y se lavan bien.
Las patatas se parten en trozos que quepan en la boca y las zanahorias y los puerros se cortan en rodajitas.
En una olla ponemos un litro  de agua aproximadamente a fuego fuerte y cuando esté hirviendo se echan las verduras y el chorrito de aceite. Al cabo de un cuarto de hora aproximadamente, se comprueba que todo esté bien cocido, se le añade la sal y se sirve muy caliente.

Comentarios:
Este es un alimento austero y de larga tradición en la cocina vasca. Su aroma sutil, nos sugiere las cenas familiares en invierno. Sus componentes tienen un gran valor nutricional además de su aporte vitamínico. Resulta un plato reconfortante, grato y muy sencillo de preparar.


SOPA DE GALLINA CON FIDEOS

Ingredientes para cuatro personas:
 
Un cuarto de gallina.
Dos zanahorias.
Un puerro.
Dos huevos.
Una cucharadita de mezcla de hierbas aromáticas.
Un vasito de jerez seco.
Ocho cucharadas soperas de fideos.
Aceite de oliva y sal.

Preparación:
Lo primero y muy importante, es lavar los huevos concienzudamente hasta que la cáscara esté totalmente libre de impurezas. Después se pela la zanahoria, se limpia el puerro y se chamusca la piel de la gallina para quitarle los restos de plumas que pudiera tener.

En una cazuela, con un litro de agua, se ponen a hervir las verduras y la carne con cuatro cucharadas de aceite. También se ponen los huevos sin romper, para que queden duros. Se deja cocer todo hasta que la gallina esté blanda. Entonces se añaden las hierbas y se deja hervir cinco minutos más. Se retira del fuego y se cuela el caldo que resulta.

La gallina se aparta y, después de quitar la piel y los huesos, se pica. Así mismo, también se pican los huevos después de pelarlos. Todo el picadillo se añade al caldo colado. Se vuelve a poner al fuego y se añade el jerez y los fideos. Se deja hervir durante aproximadamente diez minutos, hasta que los fideos estén blandos. Se sazona y se sirve caliente.

Comentarios:
A quién no le gusta una sopita de gallina! Además, no suele incluirse en las prohibiciones de las dietas. Es sabrosa, digestiva y constituye un alimento muy completo. En todo caso, siempre es un magnífico primer plato.


Sopa de gallina con fideos

Pequeños consejos:
Para evitar en los huevos contaminaciones como la salmonela, se pone un recipiente con agua y una cucharada de lejía por litro y se sumergen los huevos durante una hora. Después se aclaran y ya se pueden consumir.


SOPA DE NABOS Y COL CON HOJAS DE CURRY

Ingredientes para cuatro personas:
 
Doscientos gramos de col.
Dos nabos.
Un puerro.
Una penca de apio.
Una cucharada de hojas de curry.
Aceite de oliva y sal.

Preparación:
Se lava el puerro, se le quita la parte verde y la raíz y se corta en rodajas finas. Se lavan los nabos, se les quita la parte de arriba y se pican. Se pela bien la rama de apio para que no tenga hilos y se pica. Por último, se lava la col, se le quitan las hojas estropeadas y se pica.
En una cazuela con seis cucharadas de aceite, a fuego moderado, se echan las verduras y se rehoga todo durante dos minutos, removiendo bien para que no se quemen. Se  añade un litro y medio de agua y se deja hervir durante unos veinte minutos aproximadamente, se añaden las hojas de curry y se deja durante otros cinco minutos. Se añade sal hasta el punto de sazón y se sirve calentita.

Comentarios:
Coles y nabos. Frugal, austera, monacal. Pero con el toque del apio y las hojas de curry, la gama de sabores resulta sorprendente. Y es que ya se sabe que es en los monasterios donde, a lo largo de los siglos, se ha ido desarrollando una gastronomía exquisita empleando los elementos mas sencillos.

Sopa de coles y nabos


Pequeña indicación:
Las hojas de curry no son fáciles de encontrar. Se pueden sustituir por curry en polvo pero teniendo cuidado de poner muy poca cantidad.


SOPA  DE CAMPIÑONES

Ingredientes para cuatro personas:
Doscientos cincuenta gramos de champiñones.
Media cebolla (cien gramos aproximadamente).
Un vasito de vino blanco.
Un chorrito de brandy.
Una cucharadita de estragón picadito.
Una pizca de pimienta blanca.
Cuatro cucharadas de aceite de oliva.
Sal.

Preparación:
Después de lavar bien los champiñones, se les corta la base terrosa y se pican, primero en láminas y después estas en cuatro. Así mismo se pica la cebolla muy fina.

En una cazuela se pone el aceite a calentar y se añade la cebolla. Cuando esté blanda y transparente se incorporan los champiñones y se dejan que vayan soltando su agua. Se vierte sobre ellos el vino blanco y cuando el olor a alcohol ha desaparecido se echa el chorrito de brandy y se deja cocinando cinco minutos además de sazonar con sal y pimienta. Es el momento de añadir medio litro de agua y el estragón. Se mantiene hirviendo suavemente durante diez a quince minutos y por fin se corrige de sal y a servir.

Comentarios:
Esta sopa tan reconfortante se puede hacer con cualquier tipo de hongo. Es ligera, agradable y digestiva. Siempre tiene buena acogida por todo el mundo.

Sopa de champiñones


Pequeña indicación:
El estragón es una hierba de aroma intenso, profundo y persistente. Esto permite reducir la cantidad de sal, lo que siempre es muy conveniente para aquellas personas que sufran de hipertensión.


SOPA DE CALABAZA, HONGOS Y ALGAS AL JENGIBRE

Ingredientes para cuatro personas:
Un cuarto de kilo de calabaza.
Un cuarto de kilo de hongos frescos.
Dos ramas de algas desecadas.
Una cucharadita de jengibre fresco rallado.
Tres hojas de curry desmenuzadas.
Diez granos de cilantro machacado.
Aceite de oliva y sal.

Preparación:
Se ponen las algas a remojo y se cortan en tiritas con tijeras.
Se pela y trocea en cuadritos la calabaza.
Se lava  y se filetean  los hongos.
En una cazuela con el aceite, se echa la calabaza y se deja rehogar hasta que se ablande. En ese momento se añaden las algas y los champiñones. Se deja que todo se sofría suavemente y se añade el jengibre, el curry y el cilantro. Se vierte un litro de agua y se deja hervir durante aproximadamente veinte minutos. Se sirve muy caliente.

Comentarios:
Esta sopa es muy apetecible en el frío invierno. El añadirle las algas se me ocurrió cuando ví este sugerente vegetal en una encantadora tienda de Barcelona, adonde me llevó mi amigo y gran gourmet Arturo, en la que hay tal variedad de productos de todo tipo y procedencia, que haría las delicias del gastrónomo mas exigente. Me explicaron que las algas son magníficas para fortalecer pelo y uñas. Entonces me dije; si además del potasio de la calabaza ponemos las algas el resultado será una sopa deliciosa, sana y que ayudará a soportar los fríos invernales. Y la verdad es que creo que el resultado merece la pena.



´sopa de calabaza hongos y algas
 


SOPA DE PRIMAVERA
   
Ingredientes para cuatro personas:
Trescientos gramos de judías verdes.
Trescientos gramos de zanahorias.
Cien gramos de apio.
Media cucharadita de cilantro picado (a ser posible fresco)
Aceite de oliva y sal.

Preparación:
Se pelan las zanahorias y se cortan en tiritas. Se lavan las judías verdes y se cortan también en tiritas. Se pela el apio y se le quitan todos los hilos y se pican.
En una olla se pone a calentar un litro de agua y cuando empiece a hervir se echan las verduras y cuatro cucharadas de aceite de oliva, así como un puñadito de sal. A los cinco minutos se añade el cilantro y se deja hervir todo hasta que la verdura está blandita, o sea unos quince minutos.
Se sirve calentita.

Comentarios:
Cuando llega la primavera se empiezan a ver las verduras frescas recogidas en el entorno en que vivimos. Esta rica sopa es sencilla vitamínica y ayudará a limpiar nuestro organismo después de los excesos del invierno.

Sopa de primavera


Pequeña indicación.
Las verduras que se han escogido en esta receta son una muestra de las muchas combinaciones que se pueden hacer. Si hay ocasión, visitad un mercado de productos naturales al aire libre, donde se encuentran cantidad de verduras recién recolectadas en la huerta. El resto, lo dejaremos a la imaginación de cada cual.


SOPA MARAVILLA CON POLLO Y CHAMPIÑONES

Ingredientes para cuatro personas:
Dos muslos de pollo o una pechuga (aprox. doscientos gramos).
Cuatro champiñones grandes.
Un huevo duro.
Una cucharada de miso.
Un vasito de vino blanco.
Una pastilla de caldo de carne (opcional).
Cuatro cucharadas soperas de pastamaravilla.
Cuatro cucharadas de aceite de oliva.
Sal.

Preparación:

En un litro de agua se cuece el pollo con el aceite y un poco de sal.
Mientras tanto se lavan y se pican los champiñones.
Cuando el pollo esté bien cocido se saca y se trocea cuidando de quitar pieles y ternillas. Al caldo de cocción se le añade el agua suficiente para que vuelva a haber un litro y se añaden los champiñones. 

A los dos minutos se incorpora el pollo, el miso, el vino y el caldo de carne. Cuando el alcohol se haya evaporado se echa la pasta dejando hervir durante otros diez minutos. Se prueba y se corrige de sal, aunque con el caldo de carne no suele ser necesario. Finalmente se le pone el huevo en el momento de servir.

Comentarios:
La característica de esta sopa es el tipo de pasta. Su textura va muy bien con los champiñones. También puede ser un plato de aprovechamiento si ha sobrado pollo de la víspera.

Pequeña indicación:
Las pastillas de caldo de carne le dan muy buen sabor a la sopa, aunque puede bastar con el que le da el pollo al caldo de cocción.
En el mercado hay muchas marcas de concentrados, pero es mucho mejor hacerlo una misma. No es difícil, queda muy sabroso y se  conserva por tiempo indefinido igual que el que se compra en el super.


SOPA DE PESCADO Y MARISCO

Ingredientes para cuatro personas:
La cabeza y la espina de una merluza.
Ciento cincuenta gramos de almejas.
Doscientos cincuenta gramos de mejillones pequeños.
Ciento cincuenta gramos de gambas frescas.
Una zanahoria.
Un puerro.
Dos tomates maduros.
Un diente de ajo.
Un vasito de brandy.
Aceite de oliva y sal.

Preparación:
Se pelan las gambas dejando las colas y reservando las cabezas. Se ponen las almejas en agua de sal. Se limpian los mejillones. Se pela la zanahoria, el puerro y el diente de ajo, se lavan los tomates y se troceatodo.

Se sacan las almejas del agua de sal y se escurren bien, después se ponen al fuego en un cazo con un poco de agua y se sacan según se vayan abriendo. Si alguna queda cerrada se desecha. Se añade un poco mas de agua y se echan los mejillones que también se van retirando a medida que se abren.

Se pone una cazuela con seis cucharadas de aceite de oliva a fuego moderado y se añaden las verduras que se sofríen durante unos tres minutos. Se añade el caldo colado que ha quedado de la cocción de los moluscos y un litro de agua. En una rejilla o colador grande se ponen la espina y la cabeza de merluza y las cabezas de gambas, y se introduce en la cazuela. Se deja que todo hierva durante media hora aproximadamente. Se retira la cazuela del fuego y se saca el cestillo dejándolo enfriar. A continuación se saca toda la carne blanca de la merluza. Se pasa el caldo con las verduras por un pasapurés y se añaden las almejas abiertas, los mejillones sin sus conchas las colas de gambas y los trozos de merluza. Se pone a fuego moderado y se añade el brandy y la sal necesaria. Se deja hervir suavemente hasta que desaparezca el olor a alcohol. Es aconsejable preparar esta sopa de víspera.

Comentarios:
Esta sopa es un clásico de la cocina vasca. Si bien su preparación es laboriosa, el resultado merece la pena. Admite todas las variaciones que se quieran de pescados y mariscos por lo que es una receta a la que se puede echar imaginación

Sopa de pescado y marisco

PAN CASERO

Ingredientes para una hogaza:

Seiscientos cincuenta gramos de harina.
Diez gramos de levadura
Doscientos veinte mililitros de agua.
Ocho gramos de sal.

Preparación:

En una fuente honda se vierte el agua, la sal y la levadura. Acto seguido se va incorporando la harina mientras se remueve todo de forma que quede perfectamente uniforme. Se deja reposar durante unas cuatro horas para que la masa levante. Entonces se saca la masa sobre una tabla enharinada para que no se pegue. Se forma una bola y se trabaja la masa aplastándola con las manos y doblándola sobre si misma al menos veinte veces. Finalmente se le da forma de hogaza, se le hacen unos cortes y se unta con aceite de oliva antes de meter en el horno previamente calentado a doscientos ochenta grados. Se deja durante unos veinte minutos y se saca.


AMASANDO EL PAN



En Casa de mis abuelos se cocía el pan. Cuando yo iba de vacaciones, recuerdo que la encargada de este menester era mi tía Felicidad. Para este trabajo hacia falta fuerza y destreza. Mi tía tenía ambas cosas para dar y tomar. Cuando la recuerdo me sigo admirando de su extraordinaria capacidad de trabajo y su alegría, a pesar de las durísimas condiciones de vida de aquel entorno maravilloso que era Recueva de la Peña en el norte de Palencia.

Se cocía todas las semanas, y la víspera, después de montar la artesa sobre sus soportes, se limpiaba cuidadosamente. Luego se calentaba agua hasta un punto de tibieza y se preparaban los ingredientes, a saber, la harina, la levadura (que allí se dice reciento), la sal y el agua tibia.

Después mi tía se santiguaba solemnemente y con ayuda de una escudilla de barro, siempre la misma, medía primero el agua, después la harina, todo cuidadosamente contado y por último la sal y el reciento. Lo mezclaba todo removiendo con la mano, y por último tapaba la artesa con mantas para dejar dormir la masa. Durante el proceso todo el mundo permanecía en silencio para evitar cualquier equivocación que hubiera resultado fatal. Yo observaba aquello en un estado de respeto y devoción similares a los debidos en la Santa Misa.

Al día siguiente, tía Feli se levantaba a las cinco de la mañana y se ponía a la tarea. Yo procuraba levantarme pronto para verla trabajar. Aquello si que era bregar. La masa, que ya había crecido durante la noche, se cortaba en tantas porciones como panes a hornear, y se dejaba un poco para hacer unas tortas, que ese día remplazarían al pan, ya que, según decían, no se debía de comer recién cocido. No me pregunten por que. De todas formas a mí y a toda la chiquillería de la casa nos encantaba aquella torta rellena de miel.

Tía Feli iba apartando una porción de masa, formaba una bola y empezaba a amasar vigorosamente hasta que consideraba que estaba a punto. Entonces le daba la forma y le hacía unos cortes. Así uno tras otro, que iba colocando sobre unas tablas y así trasladarlos al horno.
El horno era de adobe en forma de cúpula, con una abertura lateral en la base. Se prendía la lumbre con leña de brezo en el centro y cuando se formaban las brasas, se apartaban hacia las paredes por medio de un rastrillo y este era el momento de meter los panes. Estos se introducían en el horno por medio de una pala redonda con el mango muy largo. Antes se untaban con aceite por medio de un manojo de hierbas a modo de hisopo. Cuando los panes adquirían color tostado claro se sacaban con la pala y trasladaban a un arca de roble de donde se iban sacando durante la semana.
Este pan siempre era tierno y sabroso.

He oído que cada vez hay más gente que está volviendo a hacer pan en casa. Incluso alguien ha construido un horno de adobe. Es alentador.

DE LAS COCINAS DE CARBÓN A LA VITROCERÁMICA

En mi casa, de pequeña, había una cocina de carbón. Para almacenar el carbón eran necesarios un carbonero y una carbonera. El carbonero lo acarreaba. Lo hacía en un saco cargado al hombro y, para protegerse la cabeza del polvillo, se ponía otro saco abierto por un lateral a modo de capucha. Nuestro carbonero se llamaba Anselmo y era una persona amable y risueña. La carbonera no era en modo alguno la mujer del carbonero, o sea de Anselmo, sino que consistía en un cajón empotrado en un rincón de la cocina y cuya parte superior era una tapa que se abría en vertical para que Anselmo pudiera volcar el contenido del saco con la máxima comodidad. Durante la operación del vertido del carbón me hacían salir de la cocina para evitar el consiguiente tizne, cosa que me molestaba muchísimo ya que consideraba todo el proceso de lo más interesante. En cuanto Anselmo desaparecía, a mi madre y a la asistenta les entraba una especie de frenesí limpiador para borrar las huellas del paso de tan extraordinario como necesario personaje.


El fogón propiamente dicho era una plancha de hierro con varias arandelas concéntricas en la mitad que encajaban cada una en la inmediata superior. La más pequeña tenía un agujero en el centro en el que se introducía una barra, también de hierro, terminada en un gancho con el que se retiraban y colocaban las arandelas como se quisiera y según lo que se quisiera calentar en cada momento. También tenía un horno incorporado debajo de la chapa superior con picaporte y bisagras de latón, un serpentín en el fondo del fogón para calentar el agua almacenada en un calderín colgado del techo y un cajoncito debajo de la puerta del horno para recoger las cenizas. El carbón se ponía dentro y el encendido del fuego era un ritual para cuya ejecución eran necesarias paciencia y habilidad. Se retiraban todas las arandelas dejando el máximo espacio libre. En el fondo se ponía un núcleo de papel de periódico arrugado y se rodeaba de astillas de madera bien seca. Se prendía la pira y cuando la madera alcanzaba el modo de ascua, se iba añadiendo el carbón, que se sacaba cuidadosamente de la carbonera con una pequeña pala de hierro. Esto último debía de hacerse con sumo cuidado para no ahogar el fuego ya iniciado, pues si esto ocurría había que volver a empezar todo el proceso vaciando el fogón de los restos ya quemados, del papel y la madera y, después limpiarlo concienzudamente con la consiguiente pérdida de tiempo, lo que trastocaba el ritmo necesario para la buena marcha de la casa.
Una vez encendido el fogón la cocina adquiría vida propia. Era como si el fuego la hiciera respirar. Después empezaba la preparación de la comida.


COCINA DE CARBÓN


Los pucheros bullían y las sartenes crepitaban al ritmo marcado por la cocinera, o sea mi madre, que lo hacía con una sabiduría trasmitida generación tras generación. Por fin la hora de la comida. Toda la familia, el clan, alrededor de la mesa y la gran sacerdotisa, la madre, repartiendo el alimento por riguroso orden de autoridad. El primero el pater familiae.


Y luego los demás de mayor a menor. Las comidas han sido y son el momento más especial del día en la rutina de las familias. Se intercambian ideas, se cuentan experiencias y sobre todo se comparte un alimento cuidadosamente elaborado y valioso, experimentando el placer de saborear unos productos sabiamente transformados.
En aquellos días  de mi infancia todo esto se conseguía con la ayuda de una humilde cocina de carbón.


En aquellos años llegaron los grandes aportes de la técnica. El primer frigorífico que se podía enchufar a la red eléctrica, sustituyendo a la humilde fresquera y a la neverita de hielo. El día que lo trajeron fue un acontecimiento histórico en mi casa. Después fueron llegando otros adelantos maravillosos: las cocinas de gas, las lavadoras, los lavavajillas (benditos sean)… En fin otro mundo mas cómodo y llevadero para las sufridas amas de casa de entonces que eran nuestras madres.
También llegaron al mercado innumerables artilugios para facilitar el trabajo de la cocina y aprendimos una palabra nueva: Electrodomésticos. Batidoras, picadoras,  mezcladoras, tostadoras… Claro que muchos de los artefactos que entonces aparecieron no valían absolutamente para nada, pero el sentido práctico de aquellas mujeres pronto les enseñó a desechar lo inútil y a valerse de los aparatos que merecían la pena. La consecuencia de todo esto fue el cambio paulatino en la forma de cocinar. Más fácil, menos penoso y con unos resultados casi siempre más satisfactorios.


De todos los adelantos experimentados en las cocinas, uno de los más espectaculares, fue el horno. De pronto se podían elegir temperaturas, ventilación y orientación del calor además de relojes avisadores del tiempo transcurrido. Las empanadas, los bizcochos y las masas en general se podían programar con precisión matemática.


En fin. Miro hacia atrás y veo toda la evolución desde aquellas cocinas de carbón hasta las modernas y pulcras vitrocerámicas. Pero hay algo que no ha cambiado. Una comida bien preparada siempre deberá tener presente los únicos ingredientes indispensables. Cariño y esmero. Sin ellos, por muy moderna que sea una cocina, no hay nada que hacer.


Los platos que describo en este libro son aquellos que yo ví y aprendí a preparar entonces. Son sencillos. No tienen secretos. Las materias primas son las que se encuentran en un mercado de los de siempre. Sólo hay que buscarlos. Por supuesto hoy no los preparo en una cocina de carbón, pero he mantenido sus tiempos y proporciones. También he ido incorporando otros platos. Formas de cocinar de otros países. Recetas aprendidas o inventadas. Pequeños trucos y otras útiles observaciones.


Y es que esto de la cocina llega a crear adicción. Nunca se termina. Este sencillo recetario, desde luego no es cocina de autor. Ni siquiera pretendo enseñar nada. Para eso ya están los grandes cocineros. Es solo un pequeño compendio de tantas y tantas comidas disfrutadas en familia que espero sean de utilidad a alguno de mis hijos o mis nietos.


Para ellos con todo mi cariño.